El hombre debería mantener bajo control la fuente de placer y del dolor.
Más que el placer, es el dolor lo que despierta la sabiduría en el hombre.
Sin aflicción, no puede haber sabiduría. Es el dolor lo que enseña muchas lecciones al hombre. Al no darse cuenta esta profunda verdad, el hombre persigue el placer sin cesar. Sin duda, el hombre necesita ser feliz.
¿Pero cómo se alcanza la felicidad?
El hombre realiza la felicidad únicamente cuando vence la aflicción. De ahí que cada uno debería dar la bienvenida a la aflicción con el mismo espíritu con el que saluda a la felicidad.
El dolor y el placer están entremezclados. Nadie puede separarlos. Nunca se haya el placer separado por sí solo. Cuando se alivia el dolor, se experimenta el placer.
Andrew Jones